7.3.06

Breves notas de invierno II

Madrid es Mc Beth; en su ambición se destruye implacable.

Contemplo ciudad, frío, asfalto destripado, y a los hombres-máquina en sus órbitas grávidas, arriba, abajo, anada… mi tempo lento es un lujo inalcanzable. La liberación es de tal calidad que todo me parece un juego que gano. Vivo tan bien que también sería idiota si no advirtiera el peligro del cenit; o del puñal.

La descarnada deconstrucción parece detenida –sólo la veta negra permanece incomprensible; acechante–. La vida es otra, desde luego, a la luz de nuevos parámetros y si la siento dúctil, acaso no siempre fue así? Acaso no puede serlo siempre? La medida de las cosas es interior, no existen reglas universales para alcanzar equilibrio, placer o cenit; ni para el crimen.

La importancia de lo que escribo radica en la libertad. Y en ese sentido, es reflejo de una vida que jamás pensé sería así. En tiempos políticamente correctos tampoco está bien visto afirmar de uno mismo y sin embargo siento que cada segundo es precioso y que soy yo y no otro el que erige una obra de arte memorable; es decir, me orino en la convención.

Buscador de elevaciones; admiro el éxtasis.
Supongo que soy tan ambicioso como esta vieja droga.
[Supongo es un amañado eufemismo para adornar una línea.]
Sí, yo también soy Mc Beth; sangriento y trágico destino.
Pero no me arrepiento de tener el corazón tan negro.