21.5.04

Eludida

Esta semana, cuando llegamos a casa de trabajar, Money enciende rápidamente la TV.

Yo suelo ir a mi antro a leer, pensar o escuchar música. Paso la mayor parte del tiempo con unos cascos inalámbricos muy cómodos que me permiten moverme por toda la casa sin dejar de escuchar mis favoritos o las nuevas adquisiciones pirateadas de internet. Cuando cruzo el salón camino de la nevera, me resulta divertido verle aplastado en el sofá con la mirada embobada –nunca antes había hecho algo así–.

La TV murió en mi vida hará unos cuatro años; una de esas muertes graduales –desinterés, reducción, abandono– que se producen con el paso del tiempo. Eventualmente, todavía la uso bajo propia demanda para ver algún dvd –films, conciertos, videoclips– o para masturbarme con porno. Me he acostumbrado a ver esta estúpida caja como un electrodoméstico obsoleto al servicio de la máquina -y como un prodigioso recipiente de ácaros!-.

Money es especialmente mimético –en la CAM. ya he tenido algún problema con eso– y en su cuarto día de exposición a la TV su faz ha adquirido una expresión regia y algo lasciva.

Hasta cierto punto, empieza a inquietarme.