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La máquina extermina mis opciones en aquel aburrido juicio.
Un contragolpe artero, aprovechando mi ausencia; prueba mi temple.
Y vaya!, me siento intacto –hay quien dice que ando veinte palmos por encima del suelo–.
[Este es el instante en el que el protagonista de la película siempre enciende un cigarrillo y apura una calada con los ojos entrecerrados mirando oblicuo hacia la cámara…]
Y el caso es que encuentro motivos de celebración: cumplo un año sin trabajar (allo hombre-máquina? Sí, es posible.)
Tal vez son veintiuno...