14.8.04

Moderna Ítaca

Entiendo bien que "la gente" no quiera pensar.

Estos días, tomado por una languidez física y mental, he viajado a Bilbao.
Otra ciudad: diversa gente, calor, aura... pero el mismo estrecho sendero de libertad que en cualquier lugar del mundo.

Money se quedó en la CAM, cubriendo mi escapada.
Mi ausencia allí es una de las escasas cosas que veo tienen un sentido definitivo en mi vida.
Mi presencia allí es la de un ser intangible, etéreo, consumido por sueños, literatura y filosofía: estoy fuera de lugar.

Pero mi enfermedad pulula fuerte en la sangre allí dónde esté; es un vieja sabiduría ésta: nadie escapa de sí mismo.
Añado: saberlo no es consuelo; al contrario, es un impacto de consternación.
Así, los días han transcurrido tan lentos como el verano...

Y sin embargo, hubo un cénit.
Dos, tres horas a lo sumo, paseando por el casco viejo de Bilbao, tomando un café en la Plaza Nueva, hablando con aquel punki destrozado de mirada azul que no me dejó comprarle un bocadillo porque prefería compartir el dinero con sus amigos, el progresivo enardecimiento de la sangre que confería calor a la piel y aparente sentido a la soledad elegida, el éxtasis final cerca del Museo de Bellas Artes cuando logré caminar el estrecho sendero de libertad sin sentirme desplazado, dolido o ausente de mi mismo.

Luego la despedida...

la noche contempla mi regreso
la fugaz estela roja de Phyros en mi regreso
metal bólido, destellante, hendiendo en sangre el asfalto
muerte roja trazando un verso a doscientos trece kilómetros hora