5.4.05

Rapsodia

Descubro mis colmillos, siento latir la vida en mis encías.

Nada de lo que hago tiene sentido externo; mi devenir es íntima expresión.
Tus ojos verdes fueron un verso. El tiempo –ese extranjero– escribe en otra lengua; mañana siempre resulta diverso a lo esperado.

Estas canciones que fluyen por mis venas van a matarme; la clepsidra gotea sangre; fulgores violetas se desvanecen, infieles; el cielo se llena de estrellas negras; la conjunción ha terminado.

Mi narración se entrevera con líneas de vida; alumbro la obra de arte más moderna.
Algunos me veis sin dejar de advertir con justa sensibilidad que plasmo la pura esencia del vértigo, autenticidad descarnada.

El amor en Madrid está muerto; la noche permanece.
El color de la ciudad simula tonos intensos, desesperados por parecer vivos.

Noche, existencia, presente, todo me pertenece.
Descarnado hasta la misma esencia, puedo latir como quiero, o tal vez como soy.
Realidad y sueño equiparan colores, hundo mis dedos en ambas materias y pinto el cuadro más extravagante.

Estas plasmaciones, la sensación cenital, el amor que siempre es infiel –mercurio–, me llevan una y otra vez a las reflexiones sobre el suicidio. Vislumbro la incomprensible alquimia en el creador, arte y destrucción amalgamados.

Pero qué insoportable la mirada en el espejo… no sé quién eres, hay una burla despreciable en esa mirada cansada, llena de tristeza… no soporto mirarte, algo se escapa, elude, aburre, nadie se reconoce del todo pero tus ojos también son la noche, dolor, y sí, sueñan y se engañan y deben amar el olvido para no terminar…

Es la ausencia de putos modelos la que me hace ser dios.
El universo entero – también– fluctúa con mis latidos.
Susurro al suicida: no es bueno sentir este momento?

[La sonrisa nihilista no puede reflejarse en el espejo asesinado.]

gota a gota
la clepsidra se vacía…
apura!