Nocturno
Percibo el sabor a muerte en mis labios.
Mi esencia vibra en variada escala de negros; me parece no estar respirando oxígeno.
Acaricio el teclado.
Busco encontrar un respiro en las teclas que, obsesivamente, también son negras.
Es la actitud de un enfermo: el arte no es vida, es una deformación que pretende perfección.
[Por un momento, la luz del monitor interfiere mi ánimo.
Es un instante ridículo; me sonrío de mi mismo.]
Luego, la sonrisa se torna en lágrimas.
Pienso en la tragedia del cerca–lejos; en ese algo quebrado en mí para siempre; en ese algo inalcanzable para cualquiera de vosotros…
Vagaré por la ciudad para mirar rostros.
Ofreceré mis labios a alguien despreciable.