16.2.05

Vida

Dejo Madrid por días.

Y la luz ha mutado, por momentos me muevo en la irrealidad.
Quizá es la sensación de abandonar la droga de esta ciudad, de vencer la inercia de un veneno que me ata; también lo llamo amor en ocasiones.

Phyros ruge metálico, fiel.
Anticipo el placer de sus rojas llamas, el éxtasis de mezclar música y velocidad definitiva, ese chute que siempre abrasa mi cerebro, un orgasmo que alcanzo exclusivamente por encima de los doscientos hora.

También me esperan otras llamas.
Son exactamente como la vida: fluctuantes, atractivas, estremecen.
Siento su influjo; mi deseo de desvelar obliga este viaje; contemplar las llamas, dejarse calentar en ellas.