Vida
Dejo Madrid por días.
Quizá es la sensación de abandonar la droga de esta ciudad, de vencer la inercia de un veneno que me ata; también lo llamo amor en ocasiones.
Phyros ruge metálico, fiel.
Anticipo el placer de sus rojas llamas, el éxtasis de mezclar música y velocidad definitiva, ese chute que siempre abrasa mi cerebro, un orgasmo que alcanzo exclusivamente por encima de los doscientos hora.
También me esperan otras llamas.
Son exactamente como la vida: fluctuantes, atractivas, estremecen.
Siento su influjo; mi deseo de desvelar obliga este viaje; contemplar las llamas, dejarse calentar en ellas.