30.7.04

Quimera

El mundo era bello.
Fluía suavemente, con la ductilidad del auténtico sentido de las cosas, en permanente cambio.
La esencia de vivir era simplemente fluir con el tiempo, mecerse en el mar de cambios, expandirse en la multiplicidad.
Y sentir en la sangre el salvaje desgarro de la existencia.