20.8.04

Reloj

tic-tac tic-tac.
Escuchas como perfora tu mente? Sí... así es... no puedes escapar al constante soniquete que, al igual que la líquida tortura medieval, ablanda tu cráneo y deja paso a la obsesión.
Y qué me dices de tu muñeca? Eso es... notas la correa quemando tu piel, perpetuo recordatorio para que mires la esfera –manecillas girando; plasmación digital– y te sientas tenso.
Es éste invento –que no el tiempo– uno de los profundos mecanismos de control de la máquina.

tic-tac tic-tac.
Alguien que me amó me reconocía inmortal por mi dominación del tiempo.
Si hubiera una sabiduría a transmitir tal vez fuera la abolición del mecanismo que secciona el tiempo en pulsos idénticos. Pero ya has olvidado que hubo una época en la que percibías su flujo directamente en la sangre, en su esencia diversa, auténtica; entonces no necesitabas recordatorios.
Y mis palabras, ahora, son de marginal.

tic-tac tic-tac
su dominio, imperio
su arraigo, absoluto
tu sed, la del ciego...