20.8.04

Reloj

tic-tac tic-tac.
Escuchas como perfora tu mente? Sí... así es... no puedes escapar al constante soniquete que, al igual que la líquida tortura medieval, ablanda tu cráneo y deja paso a la obsesión.
Y qué me dices de tu muñeca? Eso es... notas la correa quemando tu piel, perpetuo recordatorio para que mires la esfera –manecillas girando; plasmación digital– y te sientas tenso.
Es éste invento –que no el tiempo– uno de los profundos mecanismos de control de la máquina.

tic-tac tic-tac.
Alguien que me amó me reconocía inmortal por mi dominación del tiempo.
Si hubiera una sabiduría a transmitir tal vez fuera la abolición del mecanismo que secciona el tiempo en pulsos idénticos. Pero ya has olvidado que hubo una época en la que percibías su flujo directamente en la sangre, en su esencia diversa, auténtica; entonces no necesitabas recordatorios.
Y mis palabras, ahora, son de marginal.

tic-tac tic-tac
su dominio, imperio
su arraigo, absoluto
tu sed, la del ciego...

14.8.04

Moderna Ítaca

Entiendo bien que "la gente" no quiera pensar.

Estos días, tomado por una languidez física y mental, he viajado a Bilbao.
Otra ciudad: diversa gente, calor, aura... pero el mismo estrecho sendero de libertad que en cualquier lugar del mundo.

Money se quedó en la CAM, cubriendo mi escapada.
Mi ausencia allí es una de las escasas cosas que veo tienen un sentido definitivo en mi vida.
Mi presencia allí es la de un ser intangible, etéreo, consumido por sueños, literatura y filosofía: estoy fuera de lugar.

Pero mi enfermedad pulula fuerte en la sangre allí dónde esté; es un vieja sabiduría ésta: nadie escapa de sí mismo.
Añado: saberlo no es consuelo; al contrario, es un impacto de consternación.
Así, los días han transcurrido tan lentos como el verano...

Y sin embargo, hubo un cénit.
Dos, tres horas a lo sumo, paseando por el casco viejo de Bilbao, tomando un café en la Plaza Nueva, hablando con aquel punki destrozado de mirada azul que no me dejó comprarle un bocadillo porque prefería compartir el dinero con sus amigos, el progresivo enardecimiento de la sangre que confería calor a la piel y aparente sentido a la soledad elegida, el éxtasis final cerca del Museo de Bellas Artes cuando logré caminar el estrecho sendero de libertad sin sentirme desplazado, dolido o ausente de mi mismo.

Luego la despedida...

la noche contempla mi regreso
la fugaz estela roja de Phyros en mi regreso
metal bólido, destellante, hendiendo en sangre el asfalto
muerte roja trazando un verso a doscientos trece kilómetros hora

9.8.04

Tedio

Voy aprendiendo que la acción neutraliza este sopor, me rescata de la abulia crónica, ralentiza la inevitable llegada de la segunda de mis némesis.
Pero ahí está. Se agazapa en un libro o detrás de un verso, me espera en una esquina dónde se me insinúa... no le hago caso y aparece más tarde, en el metro o en otra mujer, en la sombra de su lápiz de labios, en su rostro algo ajado. Al intuirlo, lo esquivo.
Pero su presencia cercana me ha hecho sudar y tengo que darme una ducha... cierro los ojos, el agua resbala... surge del sumidero, envuelto en pelos y uñas hinchadas.
Corro desnudo, alocadamente, su aliento detrás detrás detrás... ya veis que es una escena que tiende al desatino.

Me alcanza.
Besa con labios paralizantes.
No puedo más.
Viola mi ánimo...

[Tumbado en el suelo.]

Mi pensamiento se vuelve sombrío.
Encuentro una mayor predisposición a la irracionalidad.
Mi cerebro queda bañado por oleadas de aburrimiento, odio, furia, frustración… el cuerpo se acerca a un estado catatónico.
Saturación...

[Posición fetal.]

Me convierte en un despojo.
Estoy aplastado por su peso insuperable.
Vuelven a mí consabidas ideas de suicidio.
Me pesa tanto que le concedo la T. Es indiscutible, literalmente mayúsculo.
Te quedarás mucho tiempo ésta vez?
Negrura…

[Coma.]

Sé que llega un momento de luz.
No asociado a ningún evento del mundo exterior.
Emerjo desde las sombras, solo, pleno de energía, depurado, lo cual me lleva a pensar en un ritmo propio, tal vez obligatorio para la renovación.
Termino por pensar –necesariamente– en una pauta biológica.
Un ciclo.

6.8.04

Dominación

Tumbada, desnuda.
La piel ardiente.
El sexo ya húmedo, dispuesto.
Bajo el terciopelo, ojos cerrados.
Tremor en los labios.
Su miedo late.
[Pero se entrega a la experiencia.]

3.8.04

......

El ensueño ha quemado el corazón.
Ennegrecido, muerto, no hay rescoldo.
El viento arrancará cenizas, lentamente.
Cuando la última mota se pierda en el tiempo
el olvido absoluto le contará esta historia a la nada.

1.8.04

Inextricable

No entiendo bien la sensación que me llena esta noche.
Mi dominio de las palabras no me permite alcanzar lugares recónditos en mi múltiple ser...

[Cierro los ojos.]

Siento una herida.
Abierta en mi interior, sangra como un río de muerte y dolor.
Mis ojos se humedecen, mi pecho se ahoga.
En la mandíbula –inferior– se acumula tensión llena de ansía de vida.
Tan fino es el hilo que separa estos dos primordiales instintos?


[Se escapa... aprieto más los ojos.]

Lamo mis labios.
Siento un poder sensual dentro de mí.
Autoseducido, me sé capaz de proyectar esta esencia.
Será un prodigio que cambiará vidas.


[Persigo quimeras...]

Temo dormir.
Mis sueños se llenan de colores extraños, extraterrestres.
No fue en un sueño dónde empezó toda mi historia de cambios?
Garganta acongojada.
Estoy poseído.


Esta noche late muy lenta.